Marta Campomar es una amante de la cultura y del arte. Su casa en el norte de Buenos Aires es un paraíso para los amantes del arte y la historia. Las paredes de su casa están revestidas de cuadros, esculturas e infinidad de libros con encuadernaciones doradas y desgastadas, algunos de ellos con más de un siglo de antigüedad.
"Son libros heredados de mi padre, que era médico a principios del siglo XX", explica ante la mirada admirativa de los visitantes.
Su pasión por el arte africano había florecido en la década de los 60 cuando estudiaba en Yorkshire, en el centro de Inglaterra. El campus era una especie de crisol de razas, con muchas personas procedentes de las antiguas colonias africanas del Imperio Británico.
Esta pasión se afianzó más tarde en España, donde se instaló en un pied-à-terre adquirido gracias de una herencia familiar.
La suerte quiso que su nuevo hogar estuviera a tres manzanas de un centro de formación perteneciente a una orden religiosa belga que se hacía llamar "Los Padres Blancos". El centro se especializó en la formación de enfermeras y educadores para servir en los países africanos. El centro de formación era también una galería de arte que exponía arte africano. Fue en esta galería donde se consolidó la pasión de Marta Campomar, junto con sus lecturas sobre arte africano en la biblioteca del centro, sus visitas y sus discusiones con los "Padres Blancos".
Marta Campomar, un poco mística pero muy lúcida, dice estar convencida de que las obras de arte que ha ido adquiriendo a lo largo de su vida "venían hacia ella de forma natural".
Las esculturas, los lienzos, las figuras y las máscaras, dice, reflejan "el maravilloso talento africano para la abstracción".
A través de sus encuentros, viajes e investigaciones, Marta Campomar ha reunido una variopinta colección de 300 piezas de arte africano. Pinturas, esculturas en madera, marfil, bronce y terracota.
De vuelta a casa, Campomar pronto detectó una misteriosa conexión entre su colección de arte africano y las expresiones artísticas de los pueblos originarios de su norte de Argentina natal.
En su colección predominan las figuras femeninas que hacen referencia a la fertilidad, la predilección por las máscaras y las formas fetichistas de gran complejidad que describen, según ella, un "sistema de justicia humana".
Fue esta observación de una persona apasionada y su afán por perpetuar su pasión y compartir su fervor por el arte original y espontáneo lo que la llevó a donar su colección en vida. Eligió la ciudad de Salta donde están arraigadas estas formas de expresión entre los pueblos de esta región de la Sudamérica profunda, cerca de las fronteras del sur de Bolivia, Paraguay y el norte de Chile.
En esta región aún viven los descendientes de muchos pueblos prehispánicos, como los guaraníes, chane, chorote, tapiete o wichi. Estos pueblos han logrado preservar sus artes ancestrales hasta el día de hoy, lo que se pondrá de manifiesto en la inauguración de la 3ª edición de la Bienal del Sur en Salta el 8 de julio.
La colección acumulada durante décadas por la filántropa Marta Campomar se expone de forma permanente en tres salas del Museo Arias Rengel, en el casco histórico de Salta.
Dada su riqueza y el gran número de sus piezas, más de 300, acompañadas de una buena colección de libros sobre arte africano, el comisario de la exposición ha optado por una exhibición intermitente de las piezas, según los temas tratados por sus creadores.
El objetivo inicial de Marta Campomar al realizar este generoso gesto era "confrontar los misterios ocultos" del arte africano con el de los pueblos del norte de Argentina. Es un "desafío que lleva a plantear preguntas y a encontrar respuestas, y a hacer propuestas patrimoniales relacionadas con (...) este fragmento del alma africana fuera de su hábitat natural y de su entorno étnico".
En el silencio casi religioso que reina en el Museo Arias Rengel de Salta, el "diálogo" deseado por Marta Campomar parece estar bien establecido entre el arte africano y el arte indígena del norte de Argentina, cuyas piezas representativas llenan las salas adyacentes.