Marruecos es un “destino de viajeros ilustres que buscan el esplendor del pasado en un país que conjuga maravillosamente sus tradiciones y rica cultura con los adelantos de la técnica y del modernismo”, escribe el periodista Andrés Hurtado.
Bajo el título "Marruecos y el encanto de las medinas", el periodista señala que uno de los mayores encantos de Marruecos son sus medinas. “La más famosa, Patrimonio de la Humanidad, es la de Fez, que fue fundada el año 809 por la dinastía de los Idrisíes, la primera de las seis que han gobernado el país", explica el periodista, que cita el gran legado histórico, especialmente de los almorávides, los Almohades, los Meriníes, los Saadíes y los alauíes.
La publicación se centra especialmente en la medina de Fez, "la mayor del mundo, que tiene 900 calles y es a la vez la vía peatonal más larga del mundo. Recorrerla es un placer para la vista y para los sentidos”.
Hurtado también destacó la riqueza cultural de la ciudad de “Marrakech, perla del país, Patrimonio de la Humanidad. La ciudad está llena de valiosos atractivos como la mezquita de Koutubia, las murallas y la celebrada plaza de Jemma-el Fna”.
“Ir a Marruecos y no visitar despacio esta plaza es como no haber visitado el país”, insiste el periodista, buen conocedor del Reino, que cita la belleza de los paisajes que rodean la ciudad ocre como la cordillera del Atlas, en particular el monte Toubkal (4.167 metros sobre el nivel del mar), "pico que tiene nieve gran parte del año y en cuyos repliegues se encuentra bellísimos y románticos pueblos de montaña".
Entre la cadena de 1000 kasbas, la primera que aparece es la de Ait Ben Addou. Es de absoluta belleza, la más espectacular de todas. Las Kabas son fortalezas de los habitantes del lugar y en tiempo de guerra allí se refugiaban. Son castillos de grandes proporciones, de los cuales cita Ait Ben Addou, Teluet, Taurirt, Tamdakth, entra otras.
“Mirando y admirando las Kasbas evoco la rica literatura del desierto. La de Saint-Exupéry es una de las más valiosas, que se encuentra en El Principito y en su densa, no corregida y pesada obra titulada Ciudadela”, subraya el autor del artículo.